La dueña de la prisión
Canción
No era difícil refugiarse en su pollera
pero sí que era imposible penetrar su corazón.
Era guerrera, desalmada, sin fronteras,
con las armas siempre prestas para el sexo de ocasión.
Desde su ombligo y a una cuarta de destino
me adentré en un laberinto sin cartel de evacuación.
Ella se engarza sobre mi espalda
y abrocha el broche sin compasión.
Muerde mi lengua, lame mi boca
y enciende lunas de sol a sol.
Me mata y muere, me ata y desata
me envuelve y vuelve sin solución.
No era sencillo de esquivar tantos ardores
ni tampoco yo quería que ella dejará de hacer.
En el puñal de su sonrisa había la prisa
de asestar la dentellada que alimente su placer.
Por la cascada de su espalda me deslizo
hasta el monte del hechizo a encontrar mi perdición.
Ella se queja pero me deja
y apronta el goce sin dilación.
Se vuelve espuma sobre mis olas
y abre su playa de mar en mar.
Me besa y tiesa, me rapta y repta
sobre la arena de su colchón.
No era soluble en aguas de enamorarse
ni era afecta a los altares ni a libretas de prisión.
No más mirarla para entrar a encandilarse
con el brillo penetrante de unos ojos de farol.
En la maraña de su pelo hay una araña
que no pica pero atrapa en su red de seducción.
Ella me quiere pero no me ama
y entiende el juego de la traición.
Puede ser mía, puede ser tuya,
pero no entrega su corazón.
Tiene la reja, tiene la llave,
ella es la dueña de la prisión.
Letra: Juan Carlos Martínez
R. de Escalada, 24/01/22 14.57
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