Intrépida
Canción
Ella era una chavala un tanto intrépida
afecta a los placeres suburbanos:
un poco de jaleo por los bares
y mucho pedaleo por las calles.
Ella era como un credo sin fronteras;
es decir sin tanta religiosidad.
Distinguía por lo que llevaba puesto
y por dentro era lo opuesto a lo que solía mostrar.
Ella era más que el aire del burdo respirador
que ayudaba a mis pulmones a poder ver otro sol.
Era simple, era compleja o ambas cosas a la vez:
un enigma que aún ahora no lo pude resolver.
Le gustaban las canciones de Sabina y el jerez,
los placeres de la cama y ese porro del después.
Se marchó y no supe nunca
ni con quién ni adónde fue
una noche de resacas
de las tantas que pasé.
Por lo tanto tengo dudas
si es que huyó o yo la eché:
nunca suelo acomodarme
de las copas y el rapé.
Ella era si se quiere un poco rápida:
alzaba billeteras a dos manos.
Sabía como hacer los malabares
para birlar cadenas y collares.
Si la ves o mejor dicho si la vieras
por favor avísame a la brevedad.
Es moruna, ojos de valle, el cuerpo presto
a cuánta marea brava se pudiera desatar.
Siempre observa sin pudores y con aire inquisidor
a quién crea sea la presa de su viaje hacia un colchón.
Tiene fuego entre sus labios y entre sus piernas el pez
que el anzuelo del instinto siempre está presto a morder.
Le gustaban las canciones de Sabina y el jerez,
los placeres de la cama y ese porro del después.
Letra: Juan Carlos Martínez
R. de Escalada, 16/01/22 15.45
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