La cantina del Diablo
Blues
Le picó el viaje de ida con la palidez de un clown
antes de subir sin vida a aquel lúgubre cajón;
lo agarró desprevenido y sin quererse rendir
pero su esfuerzo fue en vano: no se pudo resistir.
El portero del infierno le abrió el sólido portón
y el mayordomo del diablo lo guió hasta el salón.
Le invitó a beber un trago con un raro gusto a gin
y allí supo no era mala esa forma de morir;
se encontraba un tanto ausente, por no ser un habitué,
cuando vio que se acercaban unas damas sin color.
No parece ser tan malo, dijo sin dejarse oír,
y ahí nomás como si nada a las llamas se arrojó.
Quién diría que tendría entre tanta oscuridad
esa misma luz que en vida lo solía deslumbrar.
Unos tragos dan lo mismo sean de un bar de aquí o allá
ni qué importa quién los sirva si se pueden disfrutar.
Y a las damas sin colores, aunque les falte calor,
les sobran otras virtudes que en la tierra no probó.
De la cantina del Diablo nunca nadie más volvió
como nunca van al cielo los temerosos de Dios;
nadie puede aseverarlo y tampoco lo negó
porque a cada cual su reino le llega por elección.
Si bien él se fue a destiempo pues su tiempo se acabó
su reloj sigue girando en la esfera de otro sol.
Letra: Juan Carlos Martínez
R. de Escalada, 10/01/22 18.59
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