Candelabros desnudos
Rumba
Con el silencio de la noche, en el convento,
se escuchan loas de bendición:
son las sorpresas sorprendidas del milagro
que produce el sacerdote cuando anda de oración.
También se dice que de tanto en tanto ronda
por el claustro el monaguillo para ayuda del señor
y que a la vez, con tan escasos prestadores,
se desnudan candelabros para dar consolación.
A cada santo una vela,
a cada cirio una flor
y a la que no tiene cura
vela o cirio es lo mejor.
Sobre el murmullo del aliento, en el convento,
vuelan gemidos de excitación:
monjas y frailes se revuelcan en el flagro
porque saben que el infierno es un cuento de ficción.
La moraleja es que allí todo se desfonda
sea cual sea el utensilio para cambiar el humor
y que después, si es que se sienten pecadores,
se flagelan tras el velo de la incomunicación.
Letra: Juan Carlos Martínez
R. de Escalada, 19/01/22 18.27
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