Remigia
Zamba
Con la cara llena de surcos del tiempo
fue arando Remigia su sol de crecer
a campo traviesa con trigo en las manos
que harinando el aire fue pan de su fe,
a campo traviesa con trigo en las manos
que harinando el aire fue pan de su fe
En su rancho pobre de vientos de tierra
solita en las noche soñaba con ser
aquella princesa, cabellos dorados,
que su piel curtida no habría de ser,
aquella princesa, cabellos dorados,
que su piel curtida no habría de ser
Remigia vivía en lo inmenso
porque ella era inmensa en su modo de ver;
amaba el estío y el frío,
lo verde, lo yermo y el ser lo que fue;
Remigia se fue de la vida
sin saber siquiera lo que es ser mujer.
Por sus ojos todo pasaba admirado
como un gran espejo que todo lo ve;
Remigia buscaba la estrella lejana
que tal vez su hombre pudiera traer,
Remigia buscaba la estrella lejana
que tal vez su hombre pudiera traer.
Era la tibieza de un mate amigable,
florcita silvestre pidiendo beber;
el agua que besa la tierra abrasada
despertaba en ella quizás otra sed,
el agua que besa la tierra abrasada
despertaba en ella quizás otra sed.
Letra: Juan Carlos Martínez
Buenos Aires, 11/05/10 13.16
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