Cien ejemplares
Canción
Si
de nada vale para qué intentarlo
mejor
lo dejamos para otra ocasión
para
que parimos discusiones vanas
si
nunca arribamos a una solución.
Si
no hay mar en calma no hay sitio seguro
ni
puerto a la vista donde recalar.
Todo
es un conjuro de vientos furiosos
que
se llevan puestos hasta el bien y el mal.
Cada
noche apenas amanece el día
la
puta rutina nos duele a rabiar
y
hay en la cocina un fervor a nada
ya
que nada hierve por desayunar.
Tu
sombra y la mía son luz apagada
que
sobre la alfombra ya no juegan más
y en
el escenario de la cama fría
siquiera
Walt Disney duerme muerto en paz.
Pájaros
con alas que no vuelan nada
ni
siquiera saben de la libertad
y
pierden la calma por cualquier pavada
que
les dé un motivo para remontar.
Bajo
la cabeza subes la osadía
subo
yo la mía y llega el puñal
con
el cuál pretendes atajar las balas
que
por defenderme suelo disparar.
Sólo
el alboroto da por todo roto
cuando
asoma el niño por despabilar
es
que a tanto grito no hay sueño que dure
y
hace ya bastante no soñamos más.
Ya
llegó la hora aunque con demora
a
llevarse nada pues no hay que llevar
todo
se ha esfumado sin arte ni magia
porque
de los magos es mejor ni hablar.
Del
espejo roto cuelan dos retazos
sin
sietes ni años que no hay qué esperar
viven
como Dorian dóciles por fuera
sin
poner el rostro de la realidad.
Hay
que ver la hambruna de aquella ternura
que
quedó en la luna del polvo lunar
no
dejó pociones ni dejó brebajes
que
ni Celestina pudo preparar.
A
menos que sepas cómo acaba esto
déjame
que piense que ni bien ni mal
pues
según el ojo del postor innato
lo
que es amarillo reditúa más.
Y
así fue que fuimos en la gacetilla
de
un pueblito ignoto de muy por allá
la
triste tirada de cien ejemplares
dos
no se han vendido pero que más da.
Letra:
Juan Carlos Martínez
R.
de Escalada, 23/01/19 09.08